miércoles, 14 de septiembre de 2011

Biomimicry

La última vez que intenté convencer a un amigo de la necesidad de vivir, producir y comerciar de una forma más sostenible me acusó poco menos de querer apagar la luz a la próxima Marie Curie.

Cuando hablamos de proteger la naturaleza caben muchos enfoques y estrategias, aunque hay que ser claros, el futuro no pasa por seguir consumiendo y explotando el medio al ritmo que lo estamos haciendo. Sin embargo, tampoco hablamos de un regreso a la caverna y el taparrabos. Ese es un estereotipo fácil que plantea una disyuntiva tramposa: o seguimos como estamos, sin perder un ápice de lo que ahora entendemos por calidad de vida y básicamente que sea lo Dios quiera, o la alternativa es cambiar y volver al siglo XVIII.

La urgencia es precisamente evitar que la situación nos lleve a un retroceso importante en bienestar y expectativa de desarrollo, o a dificultades más graves. Tal situación exige un profundo cambio cultural y tecnológico que supone esencialmente poner nuestra inteligencia y capacidad de adaptación al servicio de nuevos objetivos.

Un buen ejemplo de ello se encuentra en el concepto biomimicry. Esta disciplina estudia las mejores ideas que ofrece la naturaleza e imita los diseños y procesos que las han hecho posibles para resolver problemas humanos. En esencia, aprender de las soluciones que ofrece la naturaleza para avanzar en equilibrio con ella.

En muchas ocasiones esta emulación se reserva para la innovación tecnológica y así surgen nuevas soluciones que recogen la inteligencia natural para ponerla al servicio del progreso humano. Ejemplos de este tipo podemos encontrarlos en el proyecto Ask Nature del Biomimicry Institute o en los ganadores anuales de los Earth Awards. Este premio recayó en 2010 en los profesores David Wendell y Carlo Monetmagno de la Universidad de Cincinnati, quienes han creado una espuma fotosintética. Este material, inspirado en los nidos de una rana sudamericana, capta y transforma la energía del sol con más eficacia que los organismos vivos. Absorbe dióxido de carbono de la atmósfera y genera azúcares que pueden ser convertidos en biocombustible. Se instalará en las centrales eléctricas que queman carbón para ayudar a combatir el cambio climático.

Sin embargo, no se trata solo de innovación tecnológica. Recientemente The Guardian nos ponía sobre la pista de una iniciativa que aplica este enfoque a la gestión empresarial: la BCI, Biomimicry for Creative Innovation. Según esta organización todos los organismos que han habitado la tierra desde sus orígenes han aplicado las mismas normas básicas para sobrevivir a entornos cambiantes y llenos de retos para la supervivencia:
  1.  Atender, responder y adaptarse a las condiciones variables.
  2. Vivir dentro de los límites de los sistemas terrestres.
  3.   Apoyar a los ecosistemas para apoyarse a sí mismos.
  4. Los principios naturales que hay que aplicar
     a la gestión empresarial, según el BCI
Existe una serie de principios que permiten aplicar estas normas y BCI propone a las empresas que los adopten para perdurar en medio del cambio. Estos principios serían:
  1. Construir resiliencia (capacidad de recuperación y resistencia) 
  2. Adaptarse
  3. Optimizar
  4. Integrar los sistemas
  5. Actuar según unos valores
  6. Apoyar la vida

En un principio, no parece una mala propuesta para un mundo tan necesitado de inspiración y nuevas formas de pensar.

Para saber más sobre esta iniciativa aquí podréis encontrar más información.


Alma Pérez








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